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Chichén-Itzá: El Corazón Maya

Chichén-Itzá: El Corazón Maya

Chichén-Itzá se alza todavía como el epicentro de la civilización maya, pues atrae a millones de turistas anuales para conocer y pasear entre sus monumentos, que fueron declarados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el 2007.

En su época de mayor esplendor, fue la ciudad más importante y poderosa de la península de Yucatán, un centro para las matemáticas, la astronomía y la religión.

La civilización maya llegó a extenderse hasta los países actuales de Guatemala, Belice, Honduras y el Salvador, y perduró hasta el año 900 DC, tras lo cual declinó rápidamente. No obstante, la fascinación por su arte y su ciencia, así como su arquitectura -todos pilares de su cultura- siguen vigentes hoy en día; y el misterio de descifrar los jeroglíficos que todavía no podemos comprender atrae a decenas de investigadores todavía.

Chichén-Itzá se construyó, fiel a la fascinación del pueblo maya, como un tributo a los fenómenos astronómicos: los ciclos del sol y los planetas, la luna y las estrellas. Desde el Observatorio que construyeron, conocido como El Caracol, predijeron ciclos agrícolas, eclipses, y construyeron el calendario más preciso de la historia, que no necesita años bisiestos para ajustarse.

La ciudad se extendía a lo largo de 25 kilómetros cuadrados, y crecía en ondas concéntricas hacia el exterior. Su corazón religioso y administrativo daba lugar a la zona donde residía la élite, en palacios coloridos y frescos, y luego surgían palapas con techos de palma, construidas burdamente en pasturas verdes, donde vivía el resto de la ciudad. Justo antes de su declive, la población de Chichén-Itzá contaba con más de 50 mil habitantes.

Los principales atractivos de esta área arqueológica son: El Convento de las Monjas, el Observatorio, El Templo de los Guerreros, el área del Juego de Pelota, el Templo del Jaguar, el Mercado, y el magnífico Templo de Kukulkán, el cual ha conseguido renombre internacional por los eventos del equinoccio solar.

El atardecer del 21 de marzo y el 22 de septiembre, cuando comienzan los equinoccios de primavera y de otoño respectivamente, los rayos de sol descienden según la arquitectura perfectamente calculada de los mayas. La proyección de luz cálida desciende por las nueve plataformas del Templo de Kukulkán mientras se pone el sol, forjando así la impresión de que una gigantesca serpiente desciende hasta el mundo de los mortales.

El legado de los mayas perdura, justamente, en eventos como estos, pues los ciclos astronómicos son fieles y ellos lo sabían con precisión. El misterio y la magia de la ciudad sagrada de Chichén-Itzá perduran todavía.

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Lunes, 18 Febrero 2019 21:26